Navidad 2022
Hace un tiempo les conté sobre lo mucho que me gusta el Halloween. Ahora es momento de hablar de la Navidad. No voy a decir que soy como el Grinch y que la odio, porque hay ciertos elementos que me gustan bastante. Pero sí debo aclarar que no soporto las canciones navideñas que suenan en todas partes, las muchas películas que se producen para esta época (y que poco tienen que ver realmente con la Navidad, salvo que ocurren en esa fecha), y, sobre todo, la publicidad agresiva que usan con el fin de hacerte sentir culpable si no compras regalos.
Quitando esas cosas superficiales de la mercadotecnia, encuentro algunas cosas maravillosas en la Navidad. Siempre he estado convencido de que la magia existe, aunque los medios hagan todo lo posible para convencernos de que no es cierto. Y la parte que me encanta de la Navidad es que es la época del año en la que se le permite a la magia ser real.
Y no estoy hablando de los milagros de la Navidad que abundan en las películas de temporada, sino de las creencias que hay alrededor de estas fiestas. En esta época los adultos permiten a los niños creer en la magia sin romperles sus sueños. Si es primavera y un niño ve un hada, la mayoría de los adultos le explicará que las hadas no son reales y que seguro se lo imaginó. Pero ninguno se atrevería a decirle que Santa Claus o sus duendes ayudantes no son reales. Ciertamente, la Navidad se disfruta más cuando se es niño y no ha sido contaminado por la falta de fe de los adultos. No hay nada como la magia de esperar los regalos en la noche de Navidad.
Navidad es otra de esas festividades que en México están completamente contaminadas por los contenidos televisivos de Estados Unidos. Y gran parte del conocimiento que uno tiene de niño sobre Santa Claus viene de las películas. Por esta razón me surgían ciertas preocupaciones cuando era niño (sí, era aprensivo desde chiquito).
Una de esas preocupaciones era sobre cómo iba a llegar Santa Claus a mi casa si no teníamos una chimenea. En las películas siempre se le veía a él o a sus duendes descender por la chimenea y dejar los regalos bajo el árbol antes de comerse las galletas y la leche que el niño de la casa le había dejado como agradecimiento (con esa dieta seguro cualquiera genera el sobrepeso que se carga ese señor). Pero mi mamá me explicó en aquel tiempo que Santa Claus era mágico y que siempre encontraba la manera de entrar, que las chimeneas eran una conveniencia y que no eran realmente necesarias, que en dado caso él podía entrar por debajo de la puerta. Eso me llevó a acostarme en el suelo y ver por debajo de las puertas preguntándome cómo es que alguien de su volumen podía pasar por ahí, pero en alguna caricatura había visto que Santa podía convertirse en polvo mágico y brillante y pasar por ahí sin problemas, así que esa cuestión quedó resuelta.
Otra preocupación que tenía era sobre cómo me iba a encontrar si estábamos de visita en casa de mi abuelita. Pero mi mamá también me explicó que él tenía la manera de saber siempre esas cosas. Y por supuesto, la famosa canción de Santa en la que parece un acosador profesional ya lo especifica muy bien, así que esa fue otra inquietud resuelta.
La última de mis preocupaciones era que mi mamá me había explicado que Santa Claus solamente llegaba a dejar los regalos si todos en la casa estaban dormidos. Eso me parecía especialmente preocupante porque los adultos siempre parecían dormir hasta muy tarde. Hacían una cena que terminaba a medianoche y después de eso se ponían a platicar y aquellas reuniones parecían no tener fin. Nunca supe cuánto tiempo más se quedaban despiertos porque siempre me quedaba dormido antes. Creía que la preocupación no me dejaría conciliar el sueño, pero de niño siempre me podía dormir sin importar qué tan preocupado estaba. Ese es un poder mágico que me gustaría recuperar.
Este último caso me trae además una duda existencial y es algo que hasta la fecha no he podido resolver. Y es que siempre me he preguntado cómo es que Santa siempre lograba dejar los regalos sin que yo me diera cuenta. No importaba qué tan noche me durmiera y qué tan temprano me despertara, siempre llegaba en el momento justo en el que yo estaba dormido. Cada año me planteaba la misión de verlo llegar, pero mi misión siempre fracasaba. Aunque me alegro de que nunca logré verlo porque mi mamá también me explicó que Santa dejaría de traerme regalos si algún día lo veía.
Esas mañanas eran realmente increíbles. Estaba la mezcla de la emoción por recibir los regalos y la maravilla de saber que Santa los había dejado ahí con su magia. Los regalos se convertían en una prueba irrefutable de que la magia es real. En algún momento también me pregunté sobre qué habilidades tenían los duendes para hacer copias exactas de los artículos que veía en las tiendas, pero eso era irrelevante ante tanta magia y emoción.
No hay nada más real que la magia de la Navidad. Magia que los adultos no cuestionan y que los niños pueden disfrutar. La magia de estar con nuestros seres queridos y poder agradecer a los que están y recordar con alegría a los que ya no están pero que siguen en nuestros corazones. Porque mi mamá me explicó muchas cosas y sus palabras y su amor siguen con nosotros en cada Navidad.
Enseñen a los niños a creer en la magia y nunca dejen que se apague en ustedes. Porque la magia es tan real que no la podemos ver, pero siempre podemos sentirla. Está en nuestra mente y hace que todo sea más bonito. Pasen buenas fiestas y no olviden ponerle un vaso de leche deslactosada light y galletas a Santa Claus.